Entre lágrimas y rosas

Cada noche lloro tu ausencia, lloro tus abrazos, lloro tus besos. Al caer la noche, la oscuridad también se apodera de mis pensamientos inundándolos de dolor. ¡Cómo duele este dolor!

Cada noche lloro nuestros recuerdos, lloro por aquello que pudo haber sido y no lo conseguimos. Sabe todo el mundo que lo intentamos, pero el amor no fue suficiente.

Cada noche lloro tu rostro, lloro tus manos, lloro tu cara. Al recordar cómo eras y todo lo que teníamos, no puedo sino estremecerme y acurrucarme para hacerme pequeña y con ello, el dolor que me consume.

Cada noche lloro nuestra pérdida, lloro tu risa, lloro tu cuerpo. Los recuerdos me desgastan, pero sé que eso se convertirá en fortaleza.

Cada noche lloro tus ojos, lloro nuestros momentos, lloro nuestras discusiones arrepintiéndome cada una de ellas y preguntándome por qué no lo paramos en su momento.

Cada noche lloro acordándome de ti, lloro acordándome de tu amor pero, enjugándome las lágrimas o casi al borde del sueño, pienso que me dijiste que era lo mejor para los dos, que no éramos compatibles, que nos merecemos algo diferente y que veremos la luz al final del túnel.



Nuestra relación fue como una rosa: llena de espinas, pero preciosa, dulce, roja, llena de pasión. Lo que no supimos es que a cada discusión que teníamos, un pétalo caía y, con ello, la rosa se iba quedando más y más desnuda hasta que no vimos la forma de volver a renacer cada uno de ellos, y nos quedamos, únicamente, con el tallo, las púas y las hojas.


Pero quiero pensar que, poco a poco, el tiempo volverá hacer resurgir cada uno de los pétalos y sólo nosotros sabremos lo hermosa que fue esa flor y podremos contemplar, algún día, con ternura y tímida sonrisa, la belleza de aquello que vivimos.  

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